jueves, 20 de noviembre de 2014

Edimburgo: el viaje (III)

Tercera parte de mi viaje a Edimburgo. Sí, se me está haciendo tan largo como el mismo viaje, pero como me encanta escribir y me encanta Edimburgo, mis manos se mueven solas escribiendo estas entradas...


Domingo - Día 3

El domingo me saludó con unas agujetas enormes. Pareciera que todo el senderismo del primer día por fin estaba haciendo de las suyas, porque recuerdo que me desperté en mitad de la noche con un dolor de piernas impresionante.

Y como las otras estaban, sino igual que yo, peor por las cervezas de la noche anterior, el domingo nos lo tomamos con algo más de calma, aunque entre el sol que se colaba por la ventana y los ruidos de las otras muchachas de la habitación no pudimos dormir hasta más allá de las nueve.

Leticia propuso desayunar fuera del hostel, para no repetir cereales y bollos otra vez, de modo que luego de una ducha y un arreglo, enfilamos una vez más por Johnston Terrace y bajamos las escaleras hasta Grassmarket, pasando por Victoria Street.

Se dice que Victoria Street inspiró a Rowling para crear el famoso Callejón Diagón que da lugar al mundo de los magos; y no es dificil adivinar por qué al ver una calle con encanto, un poco circular y con tiendas originales revestidas de vivos colores. Me encantó la tienda de bromas al final, Jokes & Novelties.

 
 
 
No me voy a desviar mucho de Harry Potter porque, de camino al Museo Nacional de Escocia, donde teníamos pensado pasar la mañana, descubrí The Elephant House, una cafetería con el cartel de "`Birthplace´ of Harry Potter": el lugar de nacimiento; ósea se, donde la autora pasó interminables horas escribiendo o imaginando sobre el mundo mágico mientras bebía un café. Puede que dos.
 

Vale, seguramente la mitad de las cafeterías de Edimburgo fueron pisadas por JKRowling, pero me hizo tanta ilusión que entré para comprar mi desayuno - una estupenda pain-au-chocolate servido por un estupendo camarero escocés - y siendo como soy yo pues ya aproveché para ir al baño, donde me quedé de piedra...



¡No esperaba que estuviera todo lleno de comentarios!:

"I was not supposed to be a muggle"
"Still waiting for my letter"
"I swear I am up to no good"
"Nargles ahead"
And etc etc etc....

Seré una friki, pero no dejé ningún comentario solo porque no tenía bolígrafo, no por ninguna otra razón...

En fin, voy a dejar a Harry Potter ya tranquilo.




 
 
 Llegamos al fin al National Museum of Scotland, descrito como "obligatorio" en casi todas las guías de la ciudad. Será que he visto muchas veces el British Museum, pero no me pareció tan impresionante, salvo por la parte que trata más de la historia de Escocia (Kingdom of Scots, Industry and Empire...) y por el balcón de la última planta, que era en plan jardín pequeñito y desde el que se podía ver el castillo de Edimburgo, que por otra parte se ve casi desde todos lados. 


De todas formas, es un museo bastante completo porque en 5 niveles engloba desde los grandes mamíferos disecados como el panda Ching Ching, féretros de reinas egipcias o embarcaciones maorís (en la imagen abajo a la derecha), hasta el astrolabio más antiguo del mundo en la parte de astronomía, y los primeros telares en la parte de ciencias.

Lo que si agradecí fue el hecho de que hubiera sillas plegables en todas las salas, además de enchufes (que prohibido o no, utilicé porque mi cámara tenía poca batería...).


Al medio día, dijimos adiós al museo y enfilamos el puente de George IV hasta la Royal Mile, para un típico almuerzo escocés en un pequeño local medio escondido en uno de los callejones, que como Google no reconoce pues no puedo averiguar el nombre. De todas formas se encontraba muy cerca del callejón que alberga el museo de los escritores.


No hay foto decente porque empecé a darle el bocado antes de darme cuenta,
así que esta foto está sacada del vídeo...

Bien, ¿Qué puedo haber más escocés para comer que haggis? No sé si sabéis que es algo así como asaduras que se cuece en las tripas de un animal, con un ligero sabor a morcilla, y normalmente acompañado de neeps and tatties (puré de colinabo y patatas).  Descrito todo así, no esperaba que tuviera tan buena pinta y tan buen sabor.

Y la verdad es que en la imagen se ve apenas tres bolas de cada cosa, pero llena bastante el estómago; de hecho la mitad del haggis lo compartí con mi prima y un trocito de tatties ya no sabía donde meterlo. Además no fue caro, entre 5 y 6 libras.


Como es típico de nosotros los españoles, tardamos lo nuestro comiendo y otro rato descansando la comida mientras hablando de esto y de aquello (no, como los ingleses que parece que comen a la chita callando y a la media hora tienen electricidad en el culo para levantarse), y eso sin que pidiéramos café o postre.

Finalmente cogimos el autobús (de nuevo en el puente George IV), dirección los Jardínes Botánicos. El autobús en Edimburgo es mucho más barato que en Londres (1,5 libras incluso sin tarjeta oyster ni nada), pero tiene la inconveniencia de que el revisor no recoge ni da el cambio, sino que hay que poner la cantidad exacta del billete en una maquinita a la entrada.

Por supuesto, nosotras no sabíamos esto así que yo acabé por meter la gamba e introducir la moneda de 2 libras. Conclusión, me la chupó entera; y yo todo indignada-confusa preguntando al conductor, que me explicó el cuento y propuso que mi amiga que iba detrás mía sólo introdujera 1 libra.


Anyway, entre Pinto y Valdemoro, esto es, entre fotos y vídeos y conversaciones con señores amables de atrás, llegamos a los Royal Botanic Gardens, en un barrio más al norte de Edimburgo (algo así como quince minutos en autobús, la ciudad no es tan grande). Por desgracia, tengo pocas fotos de los jardines ya que mi cámara se quedó sin batería, pero podéis imaginar como eran, pequeños laguitos con cascadas, flores coloridas, arbustos de nombres impronunciables, mucho césped y algunos invernaderos.

Nosotras aprovechamos el cansancio y el solecito para echarnos un rato a tomar la siesta...



En el blog voy a pasar rápido las dos horas de siesta y charlas filosóficas para pasar a nuestro siguiente - y último, gracias a Dios - destino del día: Dean Village.

Simplemente seguimos el curso del río, o más bien arroyo, llamado Water of Leith, encontrándonos el barrio de Stockbridge, con tiendas de antigüedades y de caridad, y hasta un mercado artesanal donde probamos el aceite de oliva que vendía un señor inglés al que le gustaba mucho España.

Casi llegando a Dean  pasamos por el Pozo de San Bernardo, o St Bernard´s Well, construido en forma de templo romano con la figura de una muchacha en túnica y con un cántaro. Al principio la confundi con Eva visto que había una serpiente, ahora ya no sé...



El paseo junto al río era una maravilla, con los pequeños rayos de sol que se colaban entre los árboles, el murmullo del río y el trino de los pájaros (todo muy poético, sí) y la aldea de Dean, muy pintoresca, con callejuelas muy antiguas y antiguos molinos y establos reconstruido como casas.

Nosotras nos lo pasamos de risa intentando hacer una foto apropiada con mi móvil y los 10 segundos que tenía. No había otro sitio que apoyarlo que en el suelo junto a la pared, así que muchos que pasaban se quedaban mirándonos raro y ofreciéndose a hacer fotos, aunque como me gusta la perspectiva pues ésta es mi foto final del día:



Esa noche también salimos de fiesta, que básicamente consistió en seguir una multitud bailando por la calle al ritmo de los bongos. El tiempo estaba un poco chilly, pero más no nos pudimos reír...

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy buena esa noche, aunque me gustó mucha más la anterior!
Aunque de esta noche tengo un video a ritmo de bombos... que me puedo reir cada vez que lo veo! Fue un viaje inolvidable, rodeada de locas y yo la primera!