El caso es que la mitad de mis tropiezos tienen que ver con los quehaceres de la casa que con los niños en sí (porque gracias a Dios los míos son mayorcitos y no hay que estar pendiente de ellos... salvo cuando se chinchan el uno al otro), pero bueno, aquí van mis meteduras de pata de los últimos meses:
Que es lo que precisamente me pasó, en este caso fue una madre despistada llevando los niños al colegio que no me vio de pasar y me ralló el coche por el lado, cerca de la rueda trasera izquierda. Pero por lo menos fue culpa de ella así que ya se encargó ella de pagar por el desperfecto.
No sé si las prendas de los niños se han vuelto más delicadas o es que yo me he vuelto más descuidada y hecho la ropa al tun tún. Porque vale que ya no leo las etiquetas, pero sigo poniendo blanco con blanco y negro con negro.
- Pero por lo visto no es suficiente cuidado porque he tenido una racha de ropa descolorida...:
- La ropa interior de la niña ha pasado de ser blanca a rosa, azul, rojita, vaya de todos los colores menos el blanco.
- Uno de los nuevos pijamas de la niña (y su favorito por cierto), salió con un color lila muy bonito (a mi entender), pero que la niña notó al instante y que no le gustó nada. Fijate si lo había lavado tan pocas veces el pijama que ni me acordaba de su color original.
- Los polos de deporte del niño aparecieron con el cuello azul cielo en lugar de blanco. En este caso no tengo ni idea de porqué salieron así cuando los calcetines por ejemplo tenían una parte blanca que seguía siendo blanca.
Pero claro, yo estaba en plan "OMG OMG que estas prendas de uniforme son nuevas, y no precisamente baratas" y siendo como soy busqué mil remedios para solucionarlo antes que contárselo a la madre: que si hervir agua con azúcar y poner papel de periódico para que absorba el color; que si echar agua fría con sal; restregar con jabón de manos; me faltó lo de las hojas de laurel hervidas, y es que no había en casa...
Solución: eché lejía (del baño, no tenía otra) en un barreño pequeñito con poca agua para cubrir sólo el cuello, y polvos blanqueadores para no dañar mucho la prenda (yo eché suavizante también ya que estamos), y lo dejé un tiempo hasta que el color azul cielo se le fue completamente. Ahora está de un color blanco roto, pero hey, mejor que lo anterior...
- Lo último es lo más reciente, pero no lo peor. Resulta que el pijama se me volvió moradito porque metí en la lavadora un traje indio azul marino de la niña. El color permaneció en la prenda, no así las lentejuelas y cristalitos y la pedrería que tenía, que se descosió la mitad.
Lo pasé también fatal, porque creo que ese traje fue un regalo de su madre, así que hasta lo llevé a Bethnal Green, zona de Londres hindú, a una tienda donde se vendían esos trajes, para poder arreglarlo. Un día y diez libras después, el traje quedó como nuevo. Bendita sean estas costureras indias tan monas ellas.
- Por si no fuera poco, lavé un jersey de lana (pero que no sabía que era de lana) en la opción de algodón y me temo que a temperatura un tanto alta, así que ya podéis imaginaros: encogió. Y a un tamaño que ni para un niño de siete años.
Total, que vuelta otra vez a pedir la ayuda de mi querido Internet: cómo agrandar una prenda de lana encogida. Pues lo que hice fue ponerlo en agua fría durante un tiempo y luego ir estirando poquito a poquito las mangas y el cuerpo. Algo más grande está, pero al padre creo que no le volverá a caber.
Por suerte esta familia es muy cool o muy estoica, y no me echa bronca por estas cosas...
En fin, que está visto que lo que no me pase a mí... He hablado con otras au pairs para descubrir si también ellas viven el día a día de esta manera, con más atropellos que otra cosa.
La verdad, cada au pair es un mundo. Hay quien descolorió el sofá fregando el suelo con Domestos, quien se perdió con el coche y los niños, y quien se vio esperando cuarenta minutos a la puerta del colegio con el niño, la mochila y los chaquetones a cuestas, en espera de un taxi que nunca llegó... Pero, hey, de todo se aprende.
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