Así que llegué de dejar a los niños al cole y me volví a poner el pijama pensando en no quitármelo hasta las cuatro de la tarde cuando había que ir a recogerlos. Me eché en mi camita calentita, coloqué bien los cojines, y cerré los ojos a la espera del dulce sueño...
Pero no ha sido dulce.
#Pesadilla number one:
Venía de recoger al niño en un pueblo vecino después de su partido de criquet (que por cierto se retrasó bastante) cuando se hizo de noche y claro, ya se sabe que la noche confunde y que parece todo distinto, hasta los zorros que pasean a sus anchas te parecen medio lobos.
Iba con prisa porque tenía que recoger a la niña de su colegio, pero con las prisas y tal me confundí de carretera y yo seguía y seguía conduciendo hasta que entonces caí en la cuenta de que aquello no me sonaba de nada. Por lo que sabía, podía haber tirado por el Canal de la Mancha y yo ni enterada.
Puse mi navegador y de repente me vi que iba por la autovía en dirección a Woking, donde no he estado en mi vida (ni ganas de estar después de esta pesadilla) y que se encuentra a media hora o más de Sunbury.
Pero lo peor no era eso, sino que veía el contador de mi coche que de gasolina poco me quedaba, y claro, yo y mi manía de salir sin dinero, sin la tarjeta de crédito, sin tener dos míseras libras de reserva en un compartimento pequeño del coche.
Y ahí estaba yo, desesperada, llorando bajito para que el niño no se enterara, llamando a la madre diciendo que no me daba tiempo de recoger a la niña, viendo que iba a tener que ponerme en mitad de la carretera cantando "Dame más gasolina..."
... cuando desperté.
Qué angustia, por dios.
(Para que os hagáis una idea, suelo moverme por el cuadradito rojo con los niños, así que no sé como leches aparecí yo por Woking...)
#Pesadilla number two:
Si, no tuve suficiente con una, que después de un picar algo a eso de las once, me volví a dormir y volví a soñar.
Esta vez iba yo tan pancha en mi super descapotable nuevo gris metalizado (mi inconsciente está tan loco como para prestarme un coche nuevo después de lo que me pasó con el otro...) de camino a recoger al niño a su colegio.
El problema, que el coche era tan nuevo y tan tan moderno que yo entendía más bien poco.
Tenía el asiento demasiado lejos por lo que no alcanzaba bien a los pedales; moví la palanca y en lugar de acercar el asiento, éste se elevó (cosa que estaría muy bien para algunos conductores cuyos ojos no sobresalen del volante jeje) y al menos 50 cm. Ya os podéis imaginar que me sentía como en una de esas bicicletas antiguas con el asiento y la rueda delantera más altos que la parte de atrás...
Ahí iba yo, dando más volantazos que el Gobierno Español, así que paré en unas de estas calles sin salidas con muchas cocheras. No sé a dónde fui que al volver había dos mujeres (por decir una palabra...) sentadas en el coche que quería que las acercara a algún lado.
El caso es que entre la locura de los gritos a las chavalas ("QUE OS HE DICHO QUE TENGO QUE RECOGER AL NIÑOOO"), el coche que iba sin control y tal, lo próximo que supe fue que:
- El coche iba por un lado y yo por otro,
- El coche golpeó a otro vehículo,
- El coche se estampó contra una pared,
- Todo el mundo salía por el ruido,
- El dueño del otro coche gritado (PUES FIJATE QUE TENGO TODO EL TIEMPO DEL MUNDO PARA RELLENAR LOS PAPELES)
- Yo llorando ("que llego tarde...")
- Y las mujeres ("¿NOS VAS LLEVAR O NO?)
Conclusión: como podéis ver, se me juntaron todas las pesadillas que tienen las aupair que conducen en apenas una mañana: llegar tarde a recoger a los niños, perderse con el coche, estrellarlo, quedarse sin gasolina en mitad de la nada...
Nunca me alegré tanto de despertarme, la verdad sea dicha. Y no creo que vuelva a echarme siestas en muuucho tiempo.....
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